Fascismo tardío en México: el 15N, sus administradores y la economía política del resentimiento

 


La derecha mexicana contemporánea —políticos fracasados, millonarios mediáticos, expresidentes ansiosos de atención, influencers precarizados y comentaristas que viven del escándalo— no es una anomalía ni un retorno exacto del fascismo histórico. Es, siguiendo la brújula conceptual de Toscano, una formación de fascismo tardío:
un conjunto de afectos, fantasías y dispositivos que emergen no para construir un nuevo orden, sino para proteger la propiedad en un tiempo de crisis del capital; para suplir con espectáculo la ausencia de dirección política; y para fingir movimiento allí donde sólo existe masa serializada.

La marcha del 15 de noviembre es la expresión perfecta de ese fenómeno:
no un levantamiento, no una insurrección, no un movimiento generacional, sino una pseudoinsurgencia administrada, en la que la derecha mexicana se apropia del malestar social para dirigirlo hacia blancos convenientes: jóvenes pobres, mujeres organizadas, la izquierda, el Estado social, las instituciones que aún limitan la depredación del capital.

1. No es fascismo clásico: es fascismo tardío

Toscano subraya que el fascismo contemporáneo no posee los elementos estructurales que definieron al fascismo de entreguerras:

no tiene masa organizada,

no tiene energía utópica,

no tiene movilización revolucionaria,

no tiene proyecto totalizante,

no tiene horizonte de guerra estatal-industrial,

no tiene disciplina colectiva.

Pero sí posee —y en México lo vemos claro— la función histórica del fascismo:
ser una contrarrevolución preventiva,
una respuesta a las fracturas del capital,
una administración de la ansiedad social,
una defensa violenta de la propiedad y la jerarquía,
un suplemento afectivo para un orden agotado.

Lo que une todas las expresiones del fascismo tardío es la tarea de fondo:
contener cualquier posibilidad de transformación real cuando la economía capitalista ya no puede ofrecer estabilidad ni futuro.

La derecha mexicana no quiere un país nuevo:
quiere que nada cambie aunque todo esté en ruinas.

2. Serialidad manipulada: la masa sin grupo

Toscano afirma que el fascismo tardío produce pseudomovimientos.
Lo que aparece como “pueblo”, “clase media”, “generación Z”, “gente despierta”, es en realidad serialidad manipulada: individuos aislados, sin organización, sin interacción política real, reunidos por algoritmos, resentimientos y microinfluencers.

El 15N es pura serialidad:

un millón de TikToks y Reels,

microcelebridades dando consejos de “cómo marchar”,

hashtags coordinados,

llamados performativos desde cuentas patrocinadas,

influencers que nunca han leído un programa político,

jóvenes movidos más por ansiedad digital que por convicción política.

No hay sujeto colectivo.
Hay docenas de millones de individuos aislados, imitados unos a otros, obligados a actuar como masa sin llegar jamás a constituirse en un grupo político.

Eso es fascismo tardío:
masa sin organización,
identidad sin proyecto,
afecto sin horizonte,
rabia sin dirección,
colectividad sin colectivo.







3. La derecha como administradora del resentimiento

En México, los administradores del resentimiento son perfectamente reconocibles:

Fox, que convierte su nostalgia del orden patriarcal empresarial en gritos vacíos.

Calderón, que reaviva la estética bélica del “enemigo interno” para justificar moralmente su fracaso histórico.

Ricardo Salinas Pliego, millonario digital cuya figura encarna la fantasía del empresario omnipotente perseguido por el Estado.

Lilly Téllez, Quadri, Creel, Zavala, figuras sin proyecto que sobreviven alimentando pánicos culturales.

Claudio X. González y las cúpulas empresariales, financistas de la restauración neoliberal.

Tiktokers y youtubers que vendieron la protesta como si fuera un challenge.

Influencers clasemedieros que llaman “revolución” a un livestream.

Ninguno de ellos imagina futuro.
Ninguno de ellos concibe sociedad alternativa.
Ninguno tiene programa.

Su función es otra:
convertir la precariedad en odio,
la angustia en conservadurismo,
la ansiedad en obediencia,
el miedo en demanda de autoridad.

4. La Generación Z no como sujeto político, sino como superficie de inscripción

Toscano explica que el fascismo tardío no moviliza subjetividades plenas, sino subjetividades fragmentadas, moldeadas por:

la atomización digital,

la inmediatez algorítmica,

la precariedad vital,

la pérdida de futuro,

la angustia temporal.

La Generación Z mexicana —hiperendudada, precarizada, vigilada, hiperconectada, ansiosa— no fue sujeto de la 15N:
fue materia prima emocional.

La derecha la utilizó del mismo modo que el capital usa la atención:
como un recurso extraído, explotado y descartable.

No hubo politización: hubo viralización.
No hubo organización: hubo trending.
No hubo antagonismo: hubo espectáculo.

Desde la crítica marxista del valor, eso es coherente:
cuando el capital entra en crisis, ya no produce sujetos de lucha, sino sujetos ansiosos que buscan pertenencia, reconocimiento, seguridad.

La derecha se apropia de esa ansiedad.

5. La contrarrevolución de la propiedad: el núcleo real del 15N

Toscano insiste en que el fascismo —clásico o tardío— es, en esencia, la defensa violenta de la propiedad.
No de la nación, ni de la tradición, ni de la cultura, sino de la propiedad:

propiedad empresarial,

propiedad mediática,

propiedad racializada,

propiedad urbana,

propiedad capitalista.

Por eso la derecha mexicana moviliza:

miedo a la redistribución,

miedo al Estado social,

miedo a los pobres,

miedo a la juventud organizada,

miedo a la política real.

El 15N no defiende la democracia.
Defiende la estructura material que sostiene a las élites.

Y lo hace envolviéndola en discursos de “libertad”, “futuro”, “emprendimiento”, “México que trabaja”, “México que no se rinde”.

Pero su fundamento es simple:
proteger el orden capitalista en crisis.

6. Conclusión: el antifascismo posible hoy

Toscano advierte que el antifascismo no puede limitarse a repetir clichés del siglo XX ni a denunciar “fascistas” sin comprender su función estructural.

El antifascismo real hoy exige:

desactivar la serialidad manipulada,

romper la estética del resentimiento,

impedir que la derecha privatice la desesperación juvenil,

politizar la precariedad,

construir sujetos colectivos reales,

disputar el tiempo,

disputar el futuro,

disputar la reproducción cotidiana.

El 15N no es el peligro:
es el síntoma.
El peligro real está en la capacidad de la derecha de convertir el malestar social en demanda de orden, autoridad y restauración.

Si el fascismo tardío es la política de un mundo sin porvenir,
el antifascismo debe ser la creación práctica de un porvenir compartido

Comentarios