Releer a Bordiga y Pannekoek en un siglo obscuro: La Trampa del Nacionalismo y el Reformismo: Una Crítica desde el Comunismo de Izquierda.
Releer a Bordiga y Pannekoek en un siglo obscuro: La Trampa del Nacionalismo y el Reformismo: Una Crítica desde el Comunismo de Izquierda.
Por Zygmadeath.
Crítica a la guerra imperialista
Pannekoek y Bordiga consideraban que la guerra imperialista era una manifestación directa de la competencia entre los capitales nacionales por la dominación de los mercados, territorios y recursos. Para ellos, las guerras no eran conflictos entre naciones, sino entre clases dominantes que usaban el poder estatal para expandir sus intereses capitalistas. La Primera Guerra Mundial fue vista como una catástrofe provocada por el capitalismo en crisis, y ambos pensadores creían que los trabajadores debían oponerse a cualquier forma de colaboración con las potencias imperialistas.Pannekoek, como parte de los consejos obreros, defendía la idea de que los trabajadores debían organizarse de manera autónoma, sin subordinarse a los intereses nacionales o imperialistas. Bordiga, por su parte, enfatizaba la necesidad de la dictadura del proletariado para destruir el Estado burgués que fomentaba las guerras. Ambos sostenían que la guerra no era solo un conflicto armado, sino una extensión del dominio capitalista que debía ser enfrentado con la lucha de clases.
Crítica al chovinismo y la xenofobia
El chovinismo y la xenofobia eran vistos como ideologías que dividían a la clase obrera y fortalecían el poder de las burguesías nacionales. Bordiga y Pannekoek entendían que el capitalismo, en su etapa imperialista, recurría al chovinismo como un medio para fomentar el apoyo popular a sus proyectos de expansión y dominación. El nacionalismo exacerbado, que fomentaba el odio a otros pueblos y culturas, era una herramienta para dividir a los trabajadores y desviar su lucha contra el capital.
Ambos pensadores insistían en que la clase trabajadora debía reconocer su identidad internacional, basándose en la solidaridad de clase más allá de las fronteras nacionales. En particular, Bordiga rechazaba cualquier forma de nacionalismo, señalando que incluso los movimientos de liberación nacional, si no iban acompañados de una lucha proletaria internacional, terminaban por consolidar nuevas formas de opresión capitalista.
Crítica al nacionalismo reivindicado por el progresismo y la socialdemocracia
Pannekoek y Bordiga coincidían en su rechazo a las tendencias dentro del progresismo y la socialdemocracia que promovían el nacionalismo como una vía de progreso social. Ambos criticaban la idea de que se podía utilizar el Estado nacional para reformar el capitalismo desde dentro y crear un "capitalismo con rostro humano". La socialdemocracia, en su intento de mejorar las condiciones de los trabajadores a través de reformas dentro del sistema capitalista, acababa por consolidar la dominación de la clase capitalista, traicionando los intereses revolucionarios del proletariado.
Pannekoek denunció cómo la socialdemocracia había abandonado los principios revolucionarios, optando por colaborar con los estados capitalistas, incluso apoyando guerras imperialistas bajo el pretexto de "defender la nación". Bordiga, desde una posición aún más radical, rechazaba totalmente la participación en las elecciones y las instituciones democráticas burguesas, considerándolas un instrumento de la clase dominante para desviar al proletariado de la lucha revolucionaria.
Crítica al izquierdismo y el reformismo
Tanto Pannekoek como Bordiga eran críticos acérrimos de las tendencias izquierdistas que, desde su perspectiva, no llevaban a una ruptura real con el capitalismo. El reformismo, promovido por sectores progresistas o de izquierda que buscan cambios paulatinos dentro del sistema capitalista, era visto por ambos como una traición a la verdadera emancipación proletaria. Pannekoek argumentaba que las reformas dentro del sistema solo fortalecían el poder estatal, alejando a los trabajadores de la autogestión y del poder real. Bordiga era aún más radical, considerando que cualquier participación en las estructuras del Estado burgués, incluso con fines reformistas, solo servía para reforzar el dominio capitalista.
Para ambos, la única solución viable era la revolución proletaria que derrumbara el Estado capitalista, con Bordiga insistiendo en la centralidad del partido comunista revolucionario y Pannekoek poniendo más énfasis en la organización autónoma de los consejos obreros.
Crítica a las luchas nacionales
El nacionalismo como una trampa para la clase trabajadora
Tanto Pannekoek como Bordiga rechazaban el nacionalismo como un fenómeno que sirve para dividir a la clase trabajadora y desviar su atención de la lucha de clases. Las luchas nacionales, según ellos, son mecanismos a través de los cuales la burguesía moviliza a las masas trabajadoras en defensa de los intereses de un Estado o clase dominante bajo el pretexto de la "independencia" o "liberación nacional". Sin embargo, la creación de nuevos Estados nacionales reproduce las formas de explotación capitalista en nuevas estructuras estatales.
Para Bordiga, el nacionalismo era especialmente peligroso porque fortalecía el poder del Estado burgués. Incluso en los movimientos de liberación nacional, la clase trabajadora se veía subordinada a los intereses de las élites nacionalistas, y tras la independencia, el nuevo Estado no hacía más que consolidar una nueva clase dominante.
La ilusión del progreso mediante el Estado nacional
Pannekoek y Bordiga denunciaban que el nacionalismo dentro de movimientos progresistas y socialdemócratas es utilizado para presentar al Estado nacional como una herramienta de "progreso social". En esta visión, la independencia o fortalecimiento de una nación permitiría a la clase trabajadora mejorar su condición, pero para los comunistas de izquierda, esto es una falacia. Cualquier Estado burgués sigue siendo una maquinaria de opresión de clase, diseñada para proteger los intereses de la burguesía.
Crítica a las perspectivas culturalistas
El culturalismo como desvío de la lucha de clases
Las perspectivas culturalistas, que ponen el foco en la identidad cultural, étnica o racial como el eje de la lucha, son vistas por Pannekoek y Bordiga como una desviación de la verdadera lucha revolucionaria. El énfasis en las diferencias culturales y la identidad individual fragmenta y debilita la unidad de la clase trabajadora. En lugar de centrarse en su identidad como clase explotada, los trabajadores son empujados a luchar por reivindicaciones identitarias, lo que refuerza las divisiones internas y favorece a la burguesía.
El culturalismo como mecanismo de estabilización del capitalismo
El culturalismo, al enfatizar las diferencias identitarias por encima de la unidad de clase, estabiliza el capitalismo. La socialdemocracia y el progresismo, al adoptar las perspectivas culturalistas, perpetúan las mismas estructuras de explotación al desviar la atención de las contradicciones del sistema capitalista.
El carácter contrarrevolucionario del progresismo, el izquierdismo y la socialdemocracia
La traición de la socialdemocracia y el progresismo
Para Pannekoek y Bordiga, la socialdemocracia, el progresismo y el izquierdismo han traicionado los intereses de la clase trabajadora al integrarse en las estructuras del capitalismo y del Estado burgués. Estos movimientos, al adoptar las luchas nacionales y las perspectivas culturalistas, abandonan la lucha revolucionaria en favor de reformas superficiales que no cambian el sistema de explotación.
El izquierdismo y su complicidad con el reformismo
El izquierdismo, aunque se presente como radical, también es cómplice del reformismo. Cualquier forma de compromiso con el Estado burgués o las luchas identitarias es una concesión al capitalismo. Movimientos como la política electoral o la representación identitaria pierden de vista el objetivo revolucionario de abolir el capitalismo.
La única vía revolucionaria: el internacionalismo proletario
Tanto Pannekoek como Bordiga sostienen que la única forma de superar estas desviaciones contrarrevolucionarias es a través del internacionalismo proletario. La lucha de clases no puede ser fragmentada por la identidad nacional o la cultura. El proletariado debe reconocerse como una clase global explotada por el capitalismo en todas partes, y su objetivo debe ser la abolición del capitalismo y del Estado.
Conclusión
Desde la crítica comunista de izquierda, las luchas nacionales y las perspectivas culturalistas, promovidas por la socialdemocracia, el progresismo y el izquierdismo, son formas de desviación contrarrevolucionaria que perpetúan el dominio del capitalismo. La fragmentación de la lucha de clases consolida el poder de las burguesías nacionales y las élites estatales. Solo a través del internacionalismo proletario se puede alcanzar la verdadera emancipación. Las políticas reformistas y progresistas no son más que formas de integrar al proletariado dentro del sistema que lo explota, dejando intactas las estructuras del capital.
Comentarios
Publicar un comentario