El espectro de la inconsciencia de clase: socialización neoliberal y la melancolía del capital

 El espectro de la inconsciencia de clase: socialización neoliberal y la melancolía del capital





La historia de la lucha de clases ha sido narrada bajo la lógica del humanismo: el proletariado como un sujeto consciente, la burguesía como el antagonista, y la revolución como un horizonte teleológico. Pero el capital no necesita sujetos conscientes, sino autómatas que operen dentro de su maquinaria. La inconsciencia de clase no es un error a corregir; es la condición estructural de la socialización neoliberal.

La subjetividad contemporánea es producida como un desecho funcional, atrapada entre la autonomía simulada del "yo emprendedor" y la total subordinación a flujos que lo exceden. No hay una "falsa conciencia" que deba ser iluminada con verdades revolucionarias, sino una maquinaria de deseos que captura cualquier posible insurrección y la redirige hacia la gestión neoliberal del malestar: terapia, mindfulness, superación personal, resiliencia. En este proceso, la melancolía de clase aparece como un residuo afectivo de un mundo en desaparición, no porque el proletariado haya sido abolido, sino porque ya no se le permite reconocerse como tal.

Melancolía de clase y el capital como duelo interminable

El neoliberalismo ha roto con la estructura clásica del proletariado. No porque haya liberado a la clase trabajadora, sino porque ha fragmentado la experiencia de la explotación en una miríada de microcontratos, de autoempleo, de precariedad disfrazada de libertad. Se ha perdido la posibilidad de una identidad colectiva, pero en su lugar queda un afecto espectral: la melancolía de clase.

Este afecto no es la nostalgia por un pasado obrero glorioso, sino el duelo por una pertenencia que nunca se terminó de materializar. La clase trabajadora ya no puede reconocerse como tal porque el capital ha disuelto sus fronteras en una amalgama de autoexplotación. El interclasismo, lejos de ser una superación de la lucha de clases, es su forma de espectralidad: los proletarios son llamados "colaboradores", los obreros son "asociados", los desempleados son "emprendedores en pausa". La identidad de clase es desplazada por la autogestión emocional: en lugar de la organización colectiva, se impone la terapia individual.

Socialización neoliberal: producir sujetos para el capital

El sujeto neoliberal no nace, se fabrica. Desde la infancia, la socialización ya no es un proceso de inserción en una comunidad sino un entrenamiento para la competencia. La escuela no educa, sino que optimiza. La familia no es un refugio, sino una pequeña corporación de gestión de recursos. La subjetividad deviene una start-up, donde cada individuo debe ser su propio CEO emocional.

La privatización de la vida afecta la manera en que se articulan las relaciones sociales. El amor deviene transacción, la amistad se evalúa en términos de networking, el descanso es una pausa para volver a producir. En este contexto, la lucha de clases ya no aparece como conflicto político, sino como una disfunción individual: si no prosperas, el problema no es el sistema, eres tú.

La socialización neoliberal enseña a desear el capital sin tocarlo, a aspirar a la riqueza sin cuestionar sus estructuras. La meritocracia, como gran farsa ideológica, transforma la explotación en una cuestión de actitud. Así, el proletariado internaliza su propio fracaso y lo convierte en autodesprecio. La lucha de clases se resuelve como una crisis de autoestima.

Crítica sin humanismo: más allá de la subjetividad revolucionaria

El problema de la izquierda clásica es que sigue apostando por el humanismo: quiere despertar conciencias, restaurar la identidad de clase, insuflar ánimos revolucionarios. Pero la subjetividad no es el problema ni la solución: el capital no se derrota con "toma de conciencia" sino con interrupción material de su proceso de acumulación.

La verdadera crítica no es al interclasismo como "confusión ideológica", sino a la estructura misma que hace que la identidad de clase se vuelva irrelevante. Si el capital ha abolido la posibilidad de una identidad proletaria estable, entonces la lucha debe partir de su ausencia, no de su restauración.

No hay vuelta atrás. La melancolía de clase no es un lamento, sino una pista. Nos dice que el proletariado no se ha liberado, sino que ha sido despojado incluso de la posibilidad de reconocerse a sí mismo. Es en esa inconsistencia donde el sistema muestra su fractura. Si no hay sujeto revolucionario, no se necesita: basta con el colapso de la máquina.

La tarea no es reconstruir la conciencia de clase, sino desactivar las estructuras que la vuelven innecesaria. El capital no debe ser derrotado desde la subjetividad, sino desde su propia incapacidad para sostenerse. Su autonomía no es absoluta: en su fragilidad, se encuentra su fin.

Comentarios

Entradas populares