La Lucha de Clases en la Lucha de Clases: Crítica del Interclasismo y la Forma-Valor
La Lucha de Clases en la Lucha de Clases: Crítica del Interclasismo y la Forma-Valor
La lucha de clases en la lucha de clases no es una tautología, sino una profunda revisión de las tensiones internas que emergen dentro del proletariado y en su relación con otras clases. Desde la perspectiva de Théorie Communiste, esta frase apunta a las desigualdades estructurales que subsisten incluso entre quienes comparten la posición de explotados dentro del modo de producción capitalista. Aquí no hablamos de una comunidad homogénea de trabajadores que simplemente se opone a la burguesía, sino de un conjunto fragmentado de posiciones determinadas por la reproducción de la forma-valor.
El interclasismo, entendido como una tendencia a diluir las contradicciones de clase en aras de una supuesta unión universal, constituye un obstáculo para una praxis comunista. Este enfoque ignora que las desigualdades materiales dentro del proletariado son una expresión directa de las lógicas capitalistas de diferenciación y jerarquización. Por ejemplo, las condiciones de vida y posibilidades de organización de un obrero industrial en una metrópoli occidental no son equiparables a las de un trabajador informal en el Sur Global. Aún dentro de los mismos contextos geográficos, las divergencias entre un proletariado precarizado y un segmento con mayores beneficios o estabilidad laboral son evidentes.
Estas diferencias no son meras contingencias; son estructurales y reproducen el fetiche de la mercancía. El proletariado no existe fuera de su relación con el capital, y esta relación se manifiesta de manera desigual según las mediaciones históricas y geográficas. Esto no implica esencializar al proletariado pobre ni privilegiar una visión purista de él, sino reconocer que la lucha de clases, para ser revolucionaria, debe partir de la negación de estas diferencias como lógicas internas al capital. La revolución no es el producto de la unidad de las clases oprimidas, sino la disolución de la forma-clase como tal.
El fetiche de la mercancía no es simplemente una ilusión ideológica; es una relación material que estructura la vida cotidiana, incluyendo las percepciones de desigualdad y privilegio dentro del proletariado. El fetiche opera al ocultar las relaciones sociales de explotación tras las formas objetivas del valor. En este sentido, las divisiones entre "comunistas pobres" y "comunistas privilegiados" no son meramente éticas o ideológicas, sino el reflejo de estas relaciones fetichizadas que subsisten dentro del mismo campo de la lucha de clases.
Romper con estas divisiones implica una praxis que supere el interclasismo y cuestione radicalmente la forma-valor. Esto no se logrará a través de un llamamiento abstracto a la "unidad proletaria", sino mediante la intensificación de las contradicciones internas hasta el punto de su descomposición. La lucha de clases debe concebirse como un proceso de autonegación del proletariado, no como su afirmación como sujeto histórico.
Théorie Communiste enfatiza que la lucha de clases contemporánea no puede aferrarse a las categorías del pasado, como la "conciencia de clase" o el "sujeto proletario universal". En su lugar, debemos analizar cómo las relaciones capitalistas generan nuevas formas de subjetividad y alienación que perpetúan estas desigualdades internas. La abolición de la forma-valor requiere, por tanto, un proceso histórico en el que el proletariado, al negar su propia existencia como clase, desmantela las bases materiales del capital.
En este sentido, la crítica al interclasismo debe ir más allá de las diferencias superficiales y abordar cómo las condiciones estructurales del capital producen y reproducen estas desigualdades. Al entender la lucha de clases como un proceso de disolución de la clase misma, es posible imaginar una práctica comunista que no se limite a integrar a los segmentos privilegiados y precarizados, sino que los supere en su totalidad.
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