Del Sentimiento a la Revuelta: Comunismo y Subjetividad en Ruinas

 

La crisis del sujeto en tiempos de capitalismo tardío


El capitalismo no solo ha transformado la producción y la economía, sino que ha reconfigurado la subjetividad en su dimensión más íntima. Hoy, las identidades políticas tradicionales se disuelven, los movimientos sociales se fragmentan y la posibilidad misma de un horizonte comunista parece atrapada en la maquinaria del capital. La crisis del capitalismo es, en gran medida, una crisis del sujeto.

En este ensayo, exploro cómo diferentes pensadores —Roland Simon, Maurice Blanchot, Cynthia Cruz, Jodi Dean y Mark Fisher— han abordado este problema desde distintas perspectivas. Desde la rabia de la revuelta hasta la melancolía de clase, desde la camaradería como forma política hasta el deseo capturado por el realismo capitalista, se traza un mapa de la subjetividad contemporánea en ruinas.

No se trata solo de describir la crisis, sino de preguntarnos si aún es posible una subjetividad comunista que escape a la captura capitalista. ¿Cómo desear algo que el capital no pueda neutralizar? ¿Cómo sostener la revuelta sin que se disuelva en su propia inmediatez? ¿Cómo construir comunidad sin caer en la nostalgia de una clase que ya no existe?

Este texto no ofrece respuestas definitivas, sino pistas para pensar la subjetividad en fuga, aquella que aún no existe pero que podría esbozarse en la posibilidad de otro deseo, de otra lealtad, de otra revuelta.


Del Sentimiento a la Revuelta: Comunismo y Subjetividad en Ruinas

"Cuando las estadísticas penetran en las masas, el sentimiento se convierte en una fuerza material." —Anónimo, citado por Roland Simon.

El capitalismo ha vaciado la política de cualquier horizonte, dejando a su paso un mundo donde las revueltas estallan y desaparecen sin coagularse en proyectos. Lo que antes era lucha de clases hoy se descompone en afectos dispersos: la rabia en los disturbios, la nostalgia en la melancolía de clase, la lealtad en la camaradería comunista, el deseo en su captura capitalista. En este terreno arrasado, pensar la subjetividad es pensar la revuelta, pero también su fracaso.

I. La rabia sin forma: Roland Simon y la revuelta espontánea

Las revueltas de 2023 en Francia no fueron una respuesta a estadísticas ni análisis racionales; fueron la explosión de un sentimiento acumulado. Roland Simon nos muestra cómo la revuelta es una subjetivación fugaz: los jóvenes de los barrios populares, condenados a la nada, encuentran en el incendio y el saqueo la única forma de inscribirse en el mundo. Pero la revuelta no deja estructuras, solo cenizas. Es un instante de negación sin afirmación.

En esto se acerca a Maurice Blanchot: la revuelta, como la amistad en su pensamiento, es una experiencia límite, un vínculo sin propiedad, una negación del orden dado sin ninguna promesa de comunidad estable. Su fuerza está en la distancia, en su imposibilidad de ser domesticada. Pero también en su evanescencia: ¿qué queda cuando el fuego se apaga?


II. El duelo sin objeto: Cynthia Cruz y la melancolía de clase

Cuando la revuelta no ocurre, lo que queda es la melancolía. Cynthia Cruz describe la nostalgia de la clase obrera como un duelo sin resolución. Quienes escapan de la precariedad solo encuentran vacío; no hay un lugar al que regresar, ni tampoco uno donde encajar. La identidad de clase, antes sostenida por instituciones y discursos, es ahora un espectro.

La revuelta de Simon y la melancolía de Cruz son dos caras del mismo proceso: la primera es la negación inmediata, la segunda, el duelo por lo perdido. Ambas surgen de una misma crisis: la disolución del proletariado como sujeto político. Si la revuelta es puro presente y la melancolía es puro pasado, ¿qué forma podría tomar el futuro?

III. La camaradería como forma de lo imposible: Jodi Dean

Jodi Dean busca reconstruir ese futuro en la figura del camarada. Si la clase se ha disuelto como identidad estable, el comunismo no puede depender de vínculos afectivos personales ni de la revuelta espontánea; necesita una lealtad que no dependa de la cercanía ni del reconocimiento inmediato. La camaradería no es amistad, ni familia, ni tribu: es un compromiso con la lucha, incluso cuando el otro es un desconocido.

Pero aquí surge la pregunta clave: ¿cómo sostener la camaradería cuando el deseo mismo ha sido capturado por el capital?

IV. Deseo y captura: Mark Fisher y la imposibilidad del afuera

Mark Fisher nos dice que el capitalismo no solo organiza la producción, sino también el deseo. Su realismo capitalista no necesita reprimirnos: nos da exactamente lo que queremos, pero dentro de sus términos. Incluso la revuelta, si no rompe esta lógica, es reabsorbida como espectáculo o mercancía.

La melancolía de Cruz, la camaradería de Dean y la revuelta de Simon pueden leerse a través de Fisher como síntomas de un deseo atrapado. No hay revuelta que no sea neutralizada, ni comunidad que no se disuelva, ni identidad que no termine siendo una mercancía. Para Fisher, el problema del comunismo es un problema de deseo: no basta con organizarse, hay que encontrar la forma de desear fuera de los límites que nos impone el capital.

V. Blanchot y la imposibilidad de la comunidad

Si la revuelta es un instante de afirmación en el vacío y la melancolía de clase es un duelo sin objeto, Maurice Blanchot nos ofrece una tercera forma de subjetividad en crisis: la comunidad imposible. Para Blanchot, la comunidad no es un conjunto de individuos que comparten algo estable, sino una relación que se mantiene en la distancia, en la imposibilidad de apropiarse del otro. La amistad, en su pensamiento, no es una unión sino una separación reconocida.

Esta idea nos permite leer la revuelta de Simon y la melancolía de Cruz desde otra perspectiva. La revuelta fracasa porque busca afirmar una presencia que solo puede existir en la negación. La melancolía es el duelo por una comunidad que nunca fue del todo posible. La camaradería de Jodi Dean se presenta como una alternativa a esta imposibilidad, pero si no se articula con un deseo postcapitalista, corre el riesgo de volverse una estructura sin alma.

En este punto, Blanchot nos ofrece una clave: ¿y si la subjetividad comunista no fuera una identidad ni una pertenencia, sino precisamente la experiencia de lo imposible? Si el comunismo no puede volver a ser la estructura cerrada de la clase obrera organizada, ni la espontaneidad de la revuelta sin dirección, ni la nostalgia por un pasado perdido, quizás deba pensarse como una forma de comunidad que existe en fuga, en el movimiento mismo de lo que nunca puede ser capturado del todo.

VI. Subjetividad comunista, una forma en fuga

La crisis del capitalismo es, en gran medida, una crisis del sujeto. La revuelta sin proyecto, la amistad sin comunidad, la melancolía sin pertenencia, la camaradería sin deseo y el deseo sin horizonte político son fragmentos de una subjetividad rota, incapaz de articularse en un todo coherente. Entre la rabia y la melancolía, la revuelta y su captura, el comunismo aparece no como un estado, sino como una forma en fuga. No es la clase obrera como identidad fija, ni la espontaneidad de la revuelta, ni la nostalgia por un pasado perdido. Es una subjetividad que aún no existe, pero que se esboza en la posibilidad de otro deseo, de otra lealtad, de otra revuelta.

El problema es que el capitalismo ha aprendido a absorber cada intento de ruptura. La pregunta que queda abierta es si aún es posible una forma de subjetividad comunista que escape a esta captura.

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