MAGA no es un movimiento nazi: la confusión de la izquierda sobre el fascismo y su miseria política ante este proceso
MAGA no es un movimiento nazi: la confusión de la izquierda sobre el fascismo y su miseria política ante este proceso.
Desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el movimiento conocido como MAGA (Make America Great Again) ha sido repetidamente etiquetado como un movimiento fascista o incluso nazi por sectores de la izquierda progresista. Sin embargo, esta interpretación es superficial y errónea, basada en una comprensión deficiente de lo que es el fascismo histórico y en una incapacidad de la izquierda para analizar las formas políticas contemporáneas. En este ensayo, argumentaré que MAGA no es un movimiento nazi ni estrictamente fascista, sino una expresión del colapso del orden neoliberal y de la descomposición de la hegemonía estadounidense en el marco de un nacionalismo económico que busca una recomposición burguesa alternativa.
El fascismo histórico y el error analítico de la izquierda
El fascismo clásico, tal como lo conocemos en su manifestación más desarrollada con el Tercer Reich y el fascismo italiano, surgió como una respuesta violenta a la crisis del capitalismo en la década de 1920 y 1930. Según Alberto Toscano en Late Fascism, el fascismo histórico es inseparable de la necesidad de la burguesía de aniquilar los movimientos obreros y comunistas en momentos de crisis profunda. En este sentido, aunque MAGA es autoritario y apela a una retórica de la restauración nacional, no cumple con la función histórica del fascismo clásico: no busca destruir una izquierda revolucionaria activa, porque simplemente tal izquierda no existe en los Estados Unidos hoy en día.
El trabajo de Richard Seymour en Disaster Nationalism también nos ofrece un marco crítico para comprender la proliferación de nacionalismos autoritarios sin necesidad de recurrir inmediatamente al concepto de fascismo. Seymour muestra cómo estos movimientos emergen en contextos de crisis económica y social, pero se diferencian de los fascismos históricos por la falta de un movimiento paramilitar cohesionado con un proyecto de destrucción del parlamentarismo.
MAGA como expresión del nacionalismo económico y la crisis neoliberal
Jamie Merchant, en Endgame: Economic Nationalism and Global Decline, argumenta que MAGA debe entenderse dentro del marco de la crisis de la globalización y el neoliberalismo. La política de Trump no responde a una lógica de guerra civil revolucionaria, sino a un intento de reestructurar el capitalismo estadounidense en favor de un proteccionismo empresarial y una política industrial agresiva. Este intento no es una reedición del corporativismo fascista, sino una reacción desesperada a la desindustrialización y el declive del poder hegemónico de Estados Unidos.
Este elemento de nacionalismo económico es central para diferenciar MAGA del nazismo. Mientras que el nazismo funcionó como una máquina de guerra expansionista con el objetivo de establecer un imperio racial, MAGA es más bien una manifestación de repliegue imperial: su proteccionismo no busca una guerra de conquista, sino una defensa de los restos del poder estadounidense ante la competencia de China y el declive del orden mundial unipolar.
La izquierda y su fracaso ante MAGA
Uno de los problemas centrales de la izquierda es su incapacidad de ofrecer un análisis adecuado del ascenso de MAGA y su tendencia a reducir todo nacionalismo reaccionario al fascismo. Este reduccionismo no solo es históricamente inexacto, sino que también impide una comprensión adecuada de las fuerzas sociales en juego. Al carecer de una crítica realista de la crisis del neoliberalismo, la izquierda se limita a denunciar MAGA como una amenaza fascista sin comprender su raíz en el agotamiento del orden económico liberal.
Además, la izquierda estadounidense ha demostrado una incapacidad alarmante para organizar una resistencia efectiva, prefiriendo apoyarse en las instituciones del establishment demócrata y en narrativas liberales sobre la "defensa de la democracia". Esta estrategia es un callejón sin salida, pues refuerza la percepción de que la izquierda es simplemente un brazo de las élites globalistas contra las que MAGA se rebela.
MAGA no es un movimiento nazi ni fascista en el sentido histórico del término. Se trata de una respuesta reaccionaria al colapso del neoliberalismo y a la crisis del poder estadounidense, pero carece de los elementos esenciales del fascismo clásico, como una organización paramilitar con un proyecto revolucionario contra el orden existente. La izquierda, en lugar de caer en una histeria antifascista descontextualizada, debería centrarse en analizar las transformaciones del capitalismo global y construir una alternativa que no dependa del establishment neoliberal para frenar a MAGA.
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