Cowboys espectrales, western ácido y la comunidad rota

 

 

"And the ocean is howling for the things that might have been..." — Richard Hawley, The Ocean

 

Cowboys espectrales, western ácido y la comunidad rota




 

El cowboy es un fantasma. Un espectro que cabalga entre los restos de un mundo que no termina de desaparecer y otro que nunca termina de llegar. En el western clásico, era el pionero, el constructor de un destino manifiesto. En el Acid Western, en cambio, su figura se deforma, se vuelve un reflejo borroso de sí misma, atrapada en el loop infinito de la historia. Un eco de algo que pudo haber sido, pero que el viento del desierto y la arena del tiempo han ido desgastando hasta convertirlo en un vestigio psicodélico de la modernidad.

Mark Fisher hablaba de los espectros de la cultura, de la hauntología como esa sensación de vivir en el vacío dejado por futuros que nunca se materializaron. El Acid Western, en su distorsión alucinada del género, parece encarnar esa misma lógica: una visión en la que los héroes ya no conquistan nuevas tierras, sino que deambulan en un desierto que no tiene fin, donde el tiempo se derrite y la frontera nunca se cruza del todo.

La amistad al final del camino

Pienso en esto cuando veo Dead Man de Jim Jarmusch. William Blake, el protagonista, es un contador que se vuelve un forajido sin quererlo. Lo acompaña Nadie, un indígena que lo guía en un viaje espiritual que es también un tránsito hacia la muerte. No es una amistad basada en la lealtad o en la camaradería heroica de los westerns tradicionales, sino en la pura contingencia. Dos seres errantes que, al encontrarse en el fin del mundo, se convierten en lo único real que les queda.

Esa noción de amistad, de comunidad fragmentaria, también aparece en la obra de Fisher y Colquhoun. La comunidad, lejos de ser un refugio, es un espacio de duelo compartido, de conexiones efímeras que emergen en medio de la desolación. Como dice Colquhoun en Egress, la comunidad no es una estructura cerrada, sino una apertura, un vínculo que se da en el exceso, en la insuficiencia misma del yo. Es lo que nos queda cuando todo lo demás se desmorona.

Cowboys lisérgicos y el comunismo ácido

El western ácido y el comunismo ácido de Fisher parecen espejarse. Ambos buscan la salida, el egreso de la maquinaria del capital. El problema es que la frontera, en el capitalismo tardío, ya no es un territorio físico que pueda atravesarse, sino un laberinto sin salidas. El cowboy ácido, como el sujeto postcapitalista de Fisher, es alguien que ha visto lo que hay más allá del presente, pero que no puede alcanzarlo del todo. De ahí la alucinación, el desdoblamiento, la sensación de estar atrapado en un sueño febril donde todo parece a punto de romperse pero nunca lo hace por completo.

Fisher señalaba que el problema de la contracultura de los 60 y 70 no fue su falta de potencia, sino su incapacidad para sostenerse. El comunismo ácido era la posibilidad de recuperar ese deseo colectivo de transformación sin caer en la trampa del escapismo individualista. Pero como en el Acid Western, el riesgo siempre está ahí: perderse en el viaje sin encontrar nunca el destino.

Comunidades fantasmales y el deseo de otro mundo

En el western ácido, la comunidad es un espejismo. En El Topo de Jodorowsky, las figuras que el protagonista encuentra son fragmentos de un pasado y de un futuro que no llegan a consolidarse. Son ilusiones que se desvanecen con la misma facilidad con la que aparecen. Lo mismo ocurre con los espacios de resistencia que Fisher identificaba en la cultura: destellos de una comunidad por venir que nunca terminan de establecerse, porque el capitalismo tiene la capacidad de absorber y neutralizar cualquier gesto de fuga.

Sin embargo, lo que queda, lo que resiste, es precisamente esa amistad en los márgenes, esas conexiones improbables entre cowboys errantes que se encuentran en el camino. Fisher hablaba de la importancia de la amistad como resistencia, como un lazo que se da fuera de la lógica del capital, en la pura presencia del otro. Quizás ese sea el verdadero egreso: no una gran revolución, sino la acumulación de pequeñas fugas, de vínculos frágiles que se sostienen en la intemperie.

El cowboy del western ácido no llega nunca a su destino. Su historia es la de un camino que no termina, de una frontera que no deja de moverse. Pero en su errancia, en su desorientación, hay algo que persiste: la posibilidad de otro mundo, aunque sea solo en el eco de lo que pudo haber sido. Como en la canción de Richard Hawley, el océano aúlla por lo que nunca fue, pero en su lamento también hay una promesa: el deseo de que algo más sea posible.

El Cowboy Ácido y la Comunidad: Entre la Ficción y el Egreso del Capitalismo

El western es una de las formas narrativas más persistentes de la modernidad capitalista. Desde sus inicios, ha servido para mitificar la expansión colonial, la figura del hombre solitario y la promesa de un horizonte abierto. Sin embargo, el Acid Western reconfigura este imaginario, inyectando en él una alucinación de la historia, una inversión espectral de la frontera como un proceso en ruinas. En este sentido, la comunidad en el western ácido no es una estructura estable, sino una zona de transición, donde los sujetos son arrastrados por flujos indeterminados de deseo y derrota.

Jonathan Rosenbaum acuñó el término Acid Western al analizar Dead Man (Jarmusch, 1995), describiéndolo como la representación de una América blanca autodestructiva y solipsista, aferrada a sus orígenes perdidos​.

 

En este tipo de western, la figura del cowboy se convierte en una presencia espectral, alguien que atraviesa paisajes fantasmales sin destino claro. Fisher y Colquhoun inscriben esta figura en el proyecto de un egreso del capitalismo, una tentativa por salir de sus coordenadas temporales y existenciales. La conexión entre el Acid Western y el pensamiento de Fisher radica en la capacidad de estos relatos para desnaturalizar el pasado, transformándolo en una psicodelia que subvierte la nostalgia​

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La Comunidad y el Cowboy Nómada

Mark Fisher abordó la idea de comunidad con una cautela crítica. Su rechazo a la noción convencional de comunidad se debe a que esta conlleva un adentro y un afuera, un límite excluyente que se presta fácilmente a apropiaciones reaccionarias. En su lugar, Fisher proponía un concepto de cuidado sin comunidad, una forma de socialidad que no requiriera pertenencia ni identificación colectiva rígida.

Esta perspectiva es crucial para entender el western ácido: el cowboy no es un fundador de comunidades, sino un exiliado perpetuo, una figura que encarna la fuga antes que la cohesión. Sin embargo, como lo señala Colquhoun, en la fractura de la comunidad también emerge la posibilidad de su reinvención. Desde la teoría de Blanchot y Nancy, la comunidad no es una totalidad cerrada, sino una apertura al Otro, una relación inoperante basada en la contingencia y el azar​. En el Acid Western, esta lógica se traduce en espacios de tránsito, en comunidades errantes que existen solo en su devenir.

Acid Communism y la Reescritura del Western

El Acid Western prefigura, en cierta forma, el Acid Communism de Mark Fisher. Ambos comparten la idea de un futuro aún no realizado pero insistentemente espectral. La psicodelia, tanto en el western como en la teoría de Fisher, no es simplemente un escape lisérgico, sino una forma de pensar lo que no ha sido pero podría ser. Como señala Leslie Fiedler, el verdadero opuesto de la nostalgia es la alucinación; el western ácido no recuerda, sino que delira el pasado​. Del mismo modo, Fisher argumenta que el comunismo ácido es la reactivación de un deseo colectivo reprimido por el realismo capitalista​.

En este sentido, el cowboy ácido es una figura postcapitalista por excelencia. No busca restaurar un orden perdido, sino navegar por la entropía del presente. Si el cowboy clásico era un pionero que abría caminos, el cowboy ácido es un viajero sin mapas, un sujeto de la deriva que deambula entre el colapso y la posibilidad.

El western ácido y el pensamiento de Mark Fisher convergen en su obsesión por el egreso, por la posibilidad de salir de la matriz del presente. La comunidad, en este contexto, no es un refugio seguro, sino una grieta por la que se filtra lo impensado. En un mundo donde el capitalismo ha devorado incluso la imaginación del futuro, tal vez el cowboy ácido sea una de las pocas figuras que aún encarnan el deseo de lo imposible.

Referencias

Colquhoun, M. (2020). Egress: On mourning, melancholy and Mark Fisher. Repeater Books.

Fisher, M. (2020). Postcapitalist Desire. Repeater Books.

Fiedler, L. (1968). The Return of the Vanishing American. Jonathan Cape.

Rosenbaum, J. (1996). "Acid Western". Chicago Reader. Disponible en: https://www.chicagoreader.com/chi.../acid-western/Content...

 


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